Por circunstancias que no vienen al caso, hoy necesito escribir estas líneas... dado que la audiencia de este blog es muy reducida (no me extraña, con la poca y poco interesante actividad que tiene ;-) ), será casi como pensar en voz alta...
Bien, ¿por qué ese título?. Como ya sabéis, me dedico a reparar equipos electrónicos, principalmente equipos de radioaficionado. En esta actividad, que por otra parte me apasiona, hay un enemigo al que hay que vencer todos los días y, a veces, durante varias jornadas seguidas: la frustración. Hay reparaciones, digamos, de libro. Son aquellas sencillas en sí o bien otras que, a fuerza de repetirlas, lo resultan. Pero a veces, incluso en las de libro, te topas con un problema aparentemente irresoluble. O bien se te repite la avería recién reparada. O te aparece otra nueva al resolver la anterior. Y, como ya habréis deducido, eso es frustrante. Hay dos soluciones a esta situación: dar por imposible esa reparación (o sea, abandonar) o enfrentarse al nuevo problema como a un reto.
Para poder tener éxito en este trabajo, os aseguro que la primera opción se tiene que tomar en poquísimas ocasiones. Porque, una vez cedes, el camino está ya abierto... y acabas desilusionado, sin confianza en tí mismo, y rodeado de equipos que pueden más que tú.
Por eso, día a día, le tengo plantada batalla a la, en apariencia, invencible frustración.
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